Hemos visto recientemente el entusiasmo de varios ministros con la propuesta sugerida por la ministra Salgado para implantar en España una medida alemana para combatir el paro. Incluso los sindicatos la han aplaudido largamente. Vamos a reflexionar sobre su verdadera potencialidad en un mercado laboral como el español, cuyas características y problemas difieren sensiblemente de las que se plantean en el alemán. El sistema se basa en una reducción de la jornada laboral, con un ahorro salarial para las empresas y que el Estado compensa con un subsidio a los trabajadores por las horas no trabajadas.
Esta medida temporal puede tener sentido en Alemania, con un potente tejido productivo y grandes grupos empresariales y donde, una vez superada la crisis, las estructuras laborales no variarán sustancialmente, pues la inmensa mayoría de los desempleados volverán a incorporarse a la misma actividad que venían desempeñando.
No así en España, donde un elevado porcentaje de parados de la construcción nunca podrá reincorporarse a este sector, cuya estabilización futura supondrá una reducción a la mitad, alrededor de cuatro puntos de PIB. Este problema no se soluciona con parches, sino que obligará a una reasignación futura de funciones que requerirá de otro tipo de medidas más relacionadas con el reciclaje y la formación.
En todo caso, si lo que se pretende es reducir la jornada para repartir un bien escaso como es el trabajo, lo que habría que fomentar, como han hecho con éxito otros países europeos, es la contratación a tiempo parcial, que aquí apenas se utiliza. El trabajo a tiempo parcial es una alternativa válida –no sólo en tiempos de crisis–, pero lo que no tendría sentido es que un trabajador con jornada reducida –que puede ser un instrumento para la viabilidad de muchas empresas– además de cobrar su correspondiente salario proporcional, perciba al mismo tiempo una parte de cobertura del desempleo.
Debemos tener en cuenta la preocupante precariedad de las finanzas públicas. Los problemas del mercado laboral español son estructurales y por ello nunca se arreglarán con este tipo de paños calientes. Si acaso se podrán maquillar, pero a un coste que el Estado no se puede permitir.
2 comentarios:
Estoy de acuerdo con tu reflexión; aquí, ese subsidio temporal se convertiría en permanente.
Más allá del entusiasmo de algunos y el escepticismo de los más, está claro que hay que cambiar el modelo productivo y eso no es cuestión de un año, ni de una legislatura. Pero... ¿quién le pone el cascabel al gato para contentar a la mayoría?
Hay tantas cosas que cambiar y tan poca voluntad, o capacidad, o entusiasmo, hay tan poco de todo...
Además el gato se regodea en su situación y aguanta tumbado en un rincón sin esperar nada ni a nadie.
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